Descripción
DENARIO NERÓN ÁGUILA LEGIONARIA.
Moneda: Denario.
Ceca. Roma. 68 d. C.
Material: Zamak
Inscripciones:
Anverso: Busto laureado de Nerón, alrededor leyenda: IMP NERO CAESAR AVG PP,
Reverso: Águila legionaria entre dos estandartes.
Nerón. 37- 68 d. C. 54 – 68 d. C.
Esta moneda se trata, según se cree, de la última emisión monetaria de Nerón, y que fue acuñada para el pago de las tropas que sofocaron la revuelta de Víndice (o Vindex según el traductor).
Después de desmantelar la conjura de Pisón y eliminar de un golpe toda oposición política, Nerón se dedicó en cuerpo y alma a lo que más le gustaba, el espectáculo, sin descuidar la reconstrucción de la capital de las artes en que pensaba convertir Roma. La muerte de Popea redujo su círculo más íntimo y en el 66 decidió emprender el viaje a Grecia que llevaba tiempo retrasando. Allí esperaba demostrar su talento venciendo en las más prestigiosas competiciones escénicas. Así lo hizo gracias a sobornos, trampas y amenazas. Para entonces, el dinero procedente del saqueo de los templos, la presión fiscal a las provincias y la expropiación del patrimonio de los conjurados, debió habérsele terminado, porque comenzó a presionar a los ciudadanos más ricos obligándolos a testar en su favor y terminar con sus vidas de manera inmediata. El problema estaba en que muchos de esos hombres tenían provincias y legiones a su cargo, y no pasó mucho tiempo antes de que alguno se animase a levantarlas en contra del emperador artista.
El primero en mover ficha fue Julio Víndice, en las Galias. Era el gobernador de la provincia de Lugdunum y miembro de la familia real de Aquitania. Su padre fue uno de los galos que Claudio hizo admitir en el Senado. Hacia finales del 67, o principios del 68, sublevó las tropas de su provincia y pronto se le fueron uniendo otros. Nerón se encontraba en Nápoles, tras el regreso triunfal de su gira griega, y recibió la noticia el día del aniversario del asesinato de su madre. En un principio mostró cierta alegría, según nos cuenta Suetonio, al pensar en la oportunidad que se le presentaba de poder saquear una provincia tan rica. Pero en los ocho días siguientes no hizo ni dijo nada al respecto, como si nada hubiese pasado. A estas alturas, y animado por ciertos presagios interpretados a su conveniencia, Nerón se consideraba a si mismo tan intocable como un Dios. Pero llegó a Roma un edicto de Víndice en el que le acusaba de ser un mal citaredo, y esto era tocar una fibra muy sensible. En ese edicto, además, Víndice usaba el nombre de la gens del padre de Nerón, Ahenobarbo, como deslegitimándolo al desvincularlo de la familia Claudia. Nerón respondió por carta al Senado excusando su ausencia por una afección de garganta. En ella decía que se sentía tan orgulloso de su nombre original que lo iba a volver a usar de forma oficial. En lo demás, y a pesar de las fuertes acusaciones que le lanzaba Víndice, solo se preocupó de defender el virtuosismo de su arte, a la que había dedicado tanto esfuerzo y que la habían reportado tantos triunfos.
El encargado de sofocar la revuelta fue el legado de Germania, Rufo. Cuenta Dión Casio que ocupó la ciudad de Besançon y se reunió en secreto con Víndice para unirse a él y a Galba. Al mismo tiempo los soldados de Víndice se dirigieron a la ciudad. Al verlos venir, los soldados de Rufo pensaron que los atacaban y cargaron contra ellos. Desordenados y sin equipar, los galos fueron masacrados. Al llegar la noticia Víndice decidió suicidarse. La cosa no terminó ahí, las tropas de Germania proclamaron a Rufo César y Augusto. Este se opuso y respetó el pacto que Víndice había hecho con Galba. Sulpicio Galba, legado de Hispania, aunque viejo, era lo suficientemente avaro como para no ofrecerle el puesto y sus riquezas a nadie y así le fue.
Nerón siguió sin inmutarse lo más mínimo durante estos acontecimientos hasta que supo que Galba también se había unido a la revuelta. Estando en Grecia consultó al oráculo de Delfos sobre el futuro de su reinado y la respuesta que tuvo fue que debía guardarse del año 73. Él lo interpretó como que llegaría a una larga edad y no tenía nada de que temer, lo que venía a confirmar los otros presagios que se habían interpretado a medida. Pero justo 73 eran los años que tenía Galba en ese momento. Entonces sí se dirigió al Senado para explicar sus planes para someter a Galba. Lo que dijo e hizo entonces fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del Senado. De haber tenido tiempo, la campaña contra Galba hubiese sido el mayor esperpento del reinado de Nerón. Se propuso rendir al enemigo con su arte cantando para ellos y abandonó el Senado precipitadamente para componer sus canciones. Ordenó reclutar a todas las prostitutas de Roma y cortarles el pelo como amazonas para actuar junto a él. Debía estar organizando los carros para llevar los decorados y atrezos cuando el Senado lo declaró enemigo del pueblo. Tuvo el tiempo justo para preparar, sobre la marcha y en su huída, la escena final de su tragedia y suicidio. Como el mismo dijo, el mundo perdió un “gran artista”.











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